miércoles, 10 de abril de 2013

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A ustedes, profesores

Ya se ha hablado mucho y muy bien en anteriores entradas de los múltiples defectos de nuestra Facultad; de la escasa oferta de asignaturas, de la escasez y la total ausencia de medios ergonómicos (con aulas patrocinadas por especialistas en tortícolis), etc. En resumen, las deficiencias de la UMA han tenido un principal resultado: terminar con el sueño universitario de una mayoría de alumnos que se han encontrado con una realidad que no se corresponde con la que debería ser la del culmen, el mayor estadio formal de su trayectoria educativa.

Por eso hablaré de una parte muy importante de esa decepción generalizada, casi la más importante, diría yo: los profesores. Porque, no nos engañemos, si un profesor es capaz de transmitir todo su conocimiento a sus alumnos, de hacerles llegar algo que va más allá de la deficiente programación, de sorprenderles, emocionarles, hacerles reír... Los apretados asientos, los escasos enchufes y la ausencia de ventanas no son más que un atrezzo tan molesto como el vuelo recurrente de una mosca; la asistencia está asegurada... y ésos son los verdaderos Maestros (siempre he preferido esa denominación a la de profesor, pues para mí la primera lleva una connotación positiva envidiable).

Así que me dirijo a ustedes, profesores:

  • En un mundo de constante modificación y cambio, o evolucionas o mueres. No quiero decir con esto que deban olvidarse las bondades de lo analógico, de la escritura a mano, de la lectura en papel... Sino que deberían asimilarse las funciones de los nuevos medios tecnológicos en pos de sus indiscutibles ventajas. Que en una carrera manifiestamente de actualidad como Comunicación Audiovisual, tan relacionada con los medios tecnológicos, haya profesores que no sepan abrir un archivo comprimido, exijan un CD grabado para sólo 10 mb. de información (en vez de aprovecharse las capacidades de la transmisión de archivos por Internet o la nube) o no sepan hacer uso del Campus Virtual desmotiva bastante. Y en eso, lo siento por ustedes, pecan todos.
  • Hay otra cuestión indignante: el supuesto conocimiento de algunos profesores. Ya no se les pide que sepan algo más allá de su obligado temario, útil y enriquecedor para su enseñanza, sino que simplemente conozcan su propia asignatura. Vacilaciones en la explicación, respuestas vacías dignas de cualquier político o una incapacidad manifiesta para responder preguntas se dan alguna que otra vez en ciertas asignaturas (siendo el caso más “doliente” el de Técnica y Edición de Vídeo). Sí, hay alumnos que les superan en conocimiento.
  • Su pasividad es la actitud más reprochable de todas: profesores universitarios que, en vez de continuar una trayectoria de actividades, proyectos e investigaciones, enraizan en butacas y despachos con aire acondicionado alimentando la peor característica del funcionariado. Es indignante la forma en la que se acomodan, dejándose olvidar de aquello que no sea absolutamente innecesario para dar sus clases y renunciando a toda evolución en qué saben y en cómo lo saben. En resumen, parecen guiarse por una sola cuestión: el pragmatismo. Hacer lo mínima y absolutamente necesario para que les den el sueldo del mes (que ya es algo deficiente, tal y como está estipulado) y, a veces, ni eso. Aquel que debería estar en constante movimiento y aprendizaje, tomando contacto con profesionales de su mismo campo (y de otros también) en todas partes del mundo y aprendiendo de ellos nuevas cosas (que luego le sirvan como más experiencias que poder transmitir a sus alumnos) parece ser, precisamente, el profesional más prófugo. Un profesor, no un maestro. Un parásito de un sistema que tiene mucho que renovar.
Francisco J. Romero G.

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